PRÁCTICA VIII
Desde que se implantó la educación por hologramas,
todo es más fácil, productivo y económico. Ahora ya no hay que ir a clase. Ya
no hace falta construir enormes edificios para transmitir conocimiento. Cada
uno estudia donde quiere y cuando quiere: en su cuarto, en la piscina o en el
campo, puede hacer aparecer al profesor con su pizarra y pantalla y recibir una
lección. Las clases grabadas han sido mejoradas y limadas por los profesores en
función de su éxito; aclarando aquellas zonas menos inteligibles, dándole mayor
ritmo a los pasajes más pesados, etc. De vez en cuando, durante la explicación,
también aparecen hologramas de alumnos preguntando alguna duda. En realidad,
han sido incluidos en la edición final porque el educador, a veces, para
explicar algunos puntos, necesita de la interacción alumno-profesor.
Los tiempos han cambiado. Todo se adapta a las
necesidades y horarios de cada uno. Que lejos queda aquella época en la que el
profesor y los alumnos tenían que ir a clase todos los días. Los docentes eran
como discos rayados que repetían lo mismo una y otra vez. Ahora, una vez
grabadas las clases, el profesor puede dedicarse a otras tareas (preparar nuevos
cursos, dedicarse a la investigación, etc.). Lógicamente ahora su trabajo es
más visible y los alumnos y los inspectores valoran el trabajo de cada docente.
La puntuación obtenida por cada profesor es pública y el alumnado elige al
profesor del que quiere recibir clase. Los mejores tienen cada vez más alumnos
y los que no son tan buenos van perdiéndolos. En un mundo cada vez más
conectado y comunicado, todo se sabe. Cada vez hay menos docentes. Los tiempos
están cambiando. Con cada revolución tecnológica la sociedad se reestructura de
nuevo. Siempre ha sido así y siempre lo será.
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